Tener mil cosas para decir y no poder decir ni una. Fingir, que tal vez no sea fingir. Las querés sacar de adentro tuyo, pero adentro están más seguras. Afuera todos esos sentimientos serían juzgados, correrías el riesgo de no tener la respuesta que esperas, incluso de no tener respuesta. De que las cosas empeoren. Pero adentro tuyo las cosas dan vuelta, molestan, estorban. Te hacen llorar, querer desaparecer, querer dormir, te frustran. No te dejan vivir, te complican la vida que intentas llevar. Ese no es su lugar, no están bien ahí. Sin embargo, sabes muy bien que no las vas a sacar. Que vas a seguir mirando el mensajito en borradores que no enviaste, escribiendo nuevos que nunca llegarán al destinatario, vas a mirar el número a llamar, la ventanita de conversación. Vas a seguir escribiendo y borrando, escribiendo y escondiendo, pensando y callando, sintiendo y callando. Vas a seguir tirando indirectas como si la gente fuera a entenderte, vas a seguir viendo como se alejan. Y te duele que se alejen. Porque en este momento te das cuenta que por alguna razón naturalmente los alejás, no te importa, crees que no te importa. Nunca te diste cuenta que el "estoy para cuando lo necesites" se tranformó hace mucho en un "te necesito en mi vida", nunca te diste cuenta que algunas ya tienen una parte de vos, que sos libre para irte pero en realidad no querés hacerlo, no podés. Ya no querés que te quieran, simplemente querés, no esperás nada, sino que sentis cosas para dar. No habías notado que el "no me dejes ir", se transformó hace mucho en un "no te vayas". Que los necesitas, que son vos, que te forman. Nunca notaste que la individualidad que te adjudicas y tanto orgullo te da, te lastima tanto. Nunca notaste que construiste paredes para no ser vulnerable, para no salir lastimada. Y ya estaba tan adentro, tan adentro. Y lo alejaste, y te da tristeza que no vuelva. Hay muchos que las cruzaron, y nunca lo notaste. Te distanciaste, como si esa distancia probara si iban a seguir allí. Cambiaste de colegio, dejaste de hablarle a la gente, de mostrar interés constante. Siempre los distancias inconscientemente. Tus amigos te conocen, saben que sos así. No te aferrás a la gente, no entendés las amistades que salen cada fin de semana o los noviazgos que se llaman a diario. Tal vez no querés entenderlo. Pero no tiene sentido, vos, siendo tan sentimental, teniendo tanto cariño para dar. ¿Hace cuanto construis muros en vez de puentes?

Ahora te diste cuenta, notaste todo. Te sentías sola, extrañabas a mucha gente, y por una de esas curiosidades de la vida alguien dijo algo que trajo esta idea a tu cabeza. Y es un caos, un caos dentro tuyo, dentro de la persona que se cree independiente y considera que puede vivir por su cuenta, que la gente va y viene. Porque se dio cuenta que no hace lo que quiere, que los aleja, que sigue como si nada ignorando lo que siente. Se dio cuenta que si no deja a la gente traspasar sus muros y les expresa las cosas, no creará puentes con esa gente que quiere tanto. Se dio cuenta que si no aceptaba su fragilidad y permitia que se la conozca en serio, nunca iba a avanzar más. Se dio cuenta, bruzcamente, que la realidad es que no puede vivir por su cuenta, y que la gente no es intercambiable. Viene y va, pero nunca hay dos iguales, nunca habrá otras personas como las que dejas que se alejen.